La tiranía de Abreu
Por Carlos M. Añez
15-11-2014
Nuevamente
se ha desencadenado una crisis polémica sobre El Sistema de Orquestas Juveniles
de Venezuela en la prensa. Esta vez la detonación provino de un artículo
publicado en el periódico The Guardian, tradicional diario de tendencia
izquierdista de Manchester en Gran Bretaña. El autor es un joven profesor del
departamento de estudios musicales de la Universidad de Londres de nombre Geoff
Baker (http://geoffbakermusic.wordpress.com/ ).
A mí lo
que me resulta irónico y ciertamente inaceptable, es que algunos amigos anti
chavistas hayan saltado sin escrúpulos a apoyar las posiciones radicales de
este iconoclasta profesional que
ejerciendo la desvergüenza y la arrogancia característica de la “izquierda
ilustrada” procede a proferir injurias e improperios a personas e instituciones
que ellos odian sin tener por lo menos el cuidado de leer con atención
artículos como los de Baker para descubrir lo falso de su método, lo
prejuiciado de su análisis, la baja calidad lógica de sus argumentos y la sucia
intención de destruir a quien no piensa igual. Mis amigos no se dan cuenta que
de esa manera desprestigian y deterioran la fuerza de su lucha contra la dictadura
chavista. Es más, ni se dan cuenta que en el contexto general, Baker termina
siendo otro chavista más anti sistema.
Este
académico se ha dedicado a estudiar aspectos que yo llamaría antropológicos e
históricos de la música en Latinoamérica. Así como ha estudiado temas como el
reggaetón, la cumbia y otros géneros en cuanto a sus orígenes culturales y sus
impactos socio-políticos, parece que Baker ha dedicado recientemente su
atención a estudiar El Sistema de Orquestas Juveniles venezolano creado y conducido
por José Antonio Abreu. Su interés en el asunto parece haber sido despertado
por la activación de un programa similar en el Reino Unido (Escocia e
Inglaterra) impulsado por figuras prominentes del “establishment” musical de
ese país, entre las cuales se encuentra Sir Simón Rattle, gran director entusiasta
partidario de El Sistema.
Según dice
el profesor Baker, él se vino a Venezuela por un año para “descubrir el secreto”[1]
y, fue “sorprendido” por lo que
averiguó acerca de El Sistema conversando “privadamente”
con “músicos y observadores culturales
venezolanos” que le dieron una imagen del Sistema diferente a la adorable (heart-warming) que describen sus
fundadores y la prensa internacional. Tal como lo dice, pareciera que si él no
hubiese hecho esa investigación y no hubiese hablado con esos “observadores” no habríamos descubierto
LA VERDAD de El Sistema. En otras palabras, los venezolanos tenemos casi
cuarenta años engañados por Abreu y es ahora que Baker, por fin, nos aclaró qué
estaba pasando realmente.
El
artículo de Baker es un prolegómeno promocional de un pequeño libro que le
publicaran a fin de este mes en Inglaterra sobre El Sistema. La “verdad” que ahora comenzamos a conocer
por el artículo en The Guardian, parte por caracterizar a José Antonio Abreu
diciendo que en contraste con la asimilación que le han hecho en el exterior
con Gandhi, Mandela y la Madre Teresa realmente Abreu ha sido comparado por la
prensa venezolana con Maquiavelo y le han dado el sobrenombre de “el ogro filantrópico” y que “siendo un ex político, claramente tenía
ambiciones más allá del ámbito musical”. Baker no aclara si esto de las
ambiciones de Abreu es una virtud o un defecto.
Según dice
Baker, o quizá según le dijeron, Abreu como director ejemplifica “el maestro autocrático” (esto debe ser
algo como dicen que eran Toscanini y von Karajan) que pone “la disciplina antes que todo y detrás del
vibrante espectáculo, la orquesta principal del Sistema llego a ser conocida
como la Orquesta de la Esclavitud Venezolana”. Esta es la primera de las críticas de Baker:
que Abreu es un tirano y así titula su artículo: “EL SISTEMA: UN MODELO DE TIRANÍA”.
En seguida
Baker se explaya en un paroxismo de difamación basada aparentemente en lo que
le dijeron en Venezuela que va desde acusar al sistema de ser “un culto y una corporación” (¿?), de
mencionar (no documentar ni especificar) “irregularidades”
financieras y hasta decir que le hablaron de “abusos y relaciones sexuales entre profesores y estudiantes”.
Finalmente, para potenciar su escándalo, vincula esto último con historias de
abusos sexuales de profesores de música contra sus alumnas, que ocurrieron en
Inglaterra hace más de treinta años y que recientemente han resurgido allá
a la luz pública pero que no tienen nada que ver con el Sistema, ni con Abreu
ni con Venezuela. En otras palabras, las menciona solo porque lo suyo es una
deliberada operación de ataque moral sin escrúpulos ni límites éticos.
La otra
critica que hace Baker está basada en
que “muchos” músicos del
Sistema le dijeron que no creen que esté dirigido hacia los niños más “vulnerables” pues ni el programa comenzó
como un programa social ni los jóvenes que participan son pobres. Los
informantes de Baker, según él dice, no creen que muchos niños verdaderamente
pobres hubiesen aguantado un programa tan “exigente”. Los beneficios de “inclusión y trabajo en equipo” que se le han atribuido a El
Sistema, “son más difíciles de detectar
que el autoritarismo y la competencia”. Debe ser por eso que Baker solo habla
de la tiranía de Abreu.
Después de
hacer sus temerarias, arbitrarias e injustificadas acusaciones muy impropias de
un científico social que quiera ser respetado y sin importarle que él mismo
acaba de ofrecer conclusiones sin evidencias, reclama que los resultados de
transformación social que se le atribuyen al Sistema tendrían que ser
verificados por una evaluación rigurosa, “después
de 40 años de financiamiento del estado y de $500 millones de los bancos de
desarrollo”. Sin embargo, a falta de tal evaluación Baker prefiere usar las
“impresiones” de los enemigos de El Sistema con quienes habló.
Baker
intenta sustentar su trabajo haciendo referencia a ciertas formulaciones
teóricas de lo que parece ser su especialidad académica: los estudios sociales
de la música. Sin embargo, no puede o
quizá no quiere, evitar que se trasluzcan sus posiciones ideológicas en esa
materia. Así, Baker dice que las “declaraciones
de éxito [del Sistema] están basadas,
en cambio, en creencias de hace siglos acerca de los poderes de superación de
las altas artes y alguna operación de relaciones públicas más bien moderna”.
Según Baker: “….de hecho, El Sistema refleja
un pensamiento muy gastado y en algunos casos claramente desprestigiado acerca
de la educación musical y el desarrollo social. Es un programa de
´ejercicios y habilidades´, jerárquico,
centrado en el profesor y enfocado en el aprendizaje repetitivo y en el logro.
Tiene claros antecedentes en Europa del siglo 19, cuando se promovía la educación
musical … para mantener los trabajadores fuera de las tabernas, … Sus raíces
retroceden aún más hacia la conquista española de América cuando los misioneros
usaron la educación de música europea para …. civilizar… los indígenas. Tales
precursores eran programas de control social, no de emancipación.” Como se
ve, estas son posiciones radicales frecuentemente encontradas en algunos sectores
izquierdistas universitarios sobre temas que, como tienen sustancia
fundamentalmente subjetiva, son inherentemente polémicos; condición que, por
otra parte, es muy propia en el eterno debate estético y ético del ser humano. No
tengo idea de cómo sonaría una orquesta de jóvenes que no aprendieron música
con profesores, ejercicios, repeticiones y búsqueda del logro, pero por ahora
me quedo con los “sometidos” a la disciplina que, como hemos estado oyendo,
suenan delicioso.
Confirmando
su posición radical, Baker dice que Abreu es “hombre de convicciones políticas y religiosas conservadoras. … Los
valores cuarteleros que su proyecto profesa: disciplina, obediencia, orden, son
vistos con recelo por muchos educadores progresistas que prefieren la
creatividad y el pensamiento crítico. Es irónico, entonces, que el Sistema haya
sido defendido internacionalmente por el establishment cultural liberal.” ¡Que galleta ideológica se ve en esto!
Precisamente
por las mismas razones que esgrimo, no puedo declarar a El Sistema libre de
toda culpa. Ya he escrito mi posición sobre aspectos que no me parecen
correctos en su reciente acontecer. Creo con muchos, que es necesario auditar
su administración, pero no puedo permanecer callado ante un ataque rabioso,
irracional y desaforado como el de Baker. Tengo que reaccionar cuando veo que
el odio político obnubila y desorienta a mentes que por otras de sus vertientes
me parecen valiosas hasta hacerlas tomar y difundir posiciones indignas
apoyando lo falso, lo feo y lo destructivo sin cuidar el daño que hacen a gente
inocente y de buena fe que nos está cercana.
Afortunadamente,
de los 19 comentaristas que registró The Guardian sobre el artículo de Baker
antes de cerrar el debate correspondiente, 17 se distanciaron de Baker y defendieron El
Sistema sin abandonar su posición anti chavista y solo dos se abalanzaron a
apoyar a Baker. Hubo uno de ellos que se excitó tanto que terminó atacando a
Dudamel diciendo que él es “… otro tótem que nadie se atreve a criticar pero
cuya fama actual uno no entiende ya que la mayoría de sus interpretaciones son
superficiales, someras o con poco significado”.
Con alguien que diga eso no se puede
discutir. El odio le nubla el entendimiento y lo invalida como interlocutor
honesto.
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