BAKER, GEOFFREY; “EL SISTEMA: Orchestrating Venezuela´s Youth”, Oxford University Press, Oxford, UK, 2014
Un comentario por Carlos M. Añez
(Apenas a unas horas de haber terminado de escribir este comentario, el Dr.
Baker me envió su respuesta ( https://geoffbakermusic.wordpress.com/el-sistema-older-posts/response-to-carlos-m-anez/.) a las observaciones que yo había hecho en mi blog
en diciembre. Procedo de todos modos a publicar este texto porque no quiero
usar la oportunidad para emendar a posteriori alguno de mis errores que él
señala)
El
musicólogo inglés Geoffrey Baker, como se esperaba, publicó a principios de diciembre su libro sobre el
sistema de orquestas juveniles en Venezuela.
Como muchos saben, unas semanas antes Baker había publicado en el diario
The Guardian, de Manchester un artículo en el cual presentó una selección suya
de los argumentos que había desarrollado en el libro. Su escogencia de los
puntos más controversiales estuvo dirigida a llamar la atención probablemente
para incentivar las ventas del libro. Quienes nos veníamos ocupando de ese tema
reaccionamos de inmediato, por supuesto sin haber leído el libro. Los críticos
del sistema se apresuraron a apoyar a Baker en sus anunciadas críticas y el
resto protestamos porque sin tener evidencias Baker hubiese hecho denuncias escandalosas.
Claro, el problema fue el artículo de Baker que además fue seguido por otros de
periodistas ingleses entusiasmados por la aparición de un jugoso caso de
iconoclastia.
Había que
esperar el libro. Yo lo esperé y lo leí. Como resultado escribí mis
observaciones y las publique en mi blog ( www.cmaopinion.com ). Escribí en inglés para asegurarme que
Baker, quien de todos modos y aparentemente habla español, me entendiese
cabalmente. Sin embargo, hay gente que me ha pedido que lo traduzca y eso da
flojera. Decidí más bien escribir otros comentarios en español y esos son los
que ofrezco a continuación tratando de hacer en tres páginas una revisión de un
libro de 362 páginas.
Baker dice
que decidió estudiar El Sistema después de oír a la Sinfónica Juvenil en su
presentación de Londres en agosto 2007. Sin embargo, como era de esperarse,
Baker se encontró con el gran obstáculo de la falta de datos e información
factual oficial sobre El Sistema y no le quedó otro recurso que apelar a la
“etnografía”, método usado por antropólogos para estudiar y describir culturas,
especialmente primitivas, en ausencia total de documentos y registros
históricos. Ese método está basado fundamentalmente en el acopio de información
en el campo con interacciones personales del investigador con los miembros de
la comunidad estudiada. En este sentido y por lo poco que yo sé de cómo
funciona ese método, en mi opinión Baker hizo un excelente trabajo excepto que
aparentemente no entrevistó a partidarios de El Sistema por lo que las
opiniones y visiones de estos no fueron tomadas en cuenta. Eso, en mi opinión,
debilita el sustento de los argumentos de Baker tal como se lo han hecho saber
algunos otros comentaristas en la prensa británica y norteamericana.
El foco
principal del trabajo de Baker está en desmontar y desvirtuar la idea de que El
Sistema es un programa de acción social entendido como esfuerzos para
“rescatar” jóvenes del peligroso y deprimente mundo de la pobreza y la
marginalidad a través de captarlos para hacer música en orquestas, grupos de
cámara y otros colectivos. Una proporción exagerada del libro es dedicada a
este tema. Baker argumenta que no solo la educación musical clásica no tiene
efecto sobre la condición socioeconómica de la mayoría de los alumnos sino que
más bien les consolida el sometimiento a la autoridad, les reprime la
creatividad y les refuerza la imagen de la música como espectáculo con todos
sus indeseables elementos comerciales y de explotación capitalista. Como se ve,
estas son posiciones radicales con basamento de tipo ideológico.
Aunque
obviamente los conoce, Baker desestima los orígenes de naturaleza más bien
artística y cultural del proyecto de Jose Antonio Abreu y se centra en la fase
de su historia en la que este inventa el truco de asignarle nominalmente objetivos
de acción social a El Sistema para ganarse el apoyo del régimen chavista. Probablemente,
Baker da tanta importancia a ese aspecto
porque es el que ha sido más destacado en el exterior para asignarle excesivo
prestigio y demasiados premios pero al hacerlo se ubica paradójicamente en el
gran sector de los que han sido desorientados por el populista mensaje de Abreu
promoviendo los beneficios sociales del Sistema.
El otro
foco del interés de Baker es la propia figura de Abreu. No solo la proporción
del texto dedicado a describirlo está también algo desbordada sino que además aparece
por todos los vericuetos de los argumentos. Hay un comentarista norteamericano
que la califica de “overkill”. No incluye nada que no hubiésemos conocido en
Venezuela dada la condición pública del personaje y dado que Baker se alimenta
de las mismas fuentes de información nuestras. Abreu queda en el libro de Baker
como un político venezolano ambicioso, autoritario, egocéntrico, manipulativo,
arrogante, inescrupuloso, vengativo, aficionado al secreto e intolerante de la
crítica. Su religiosidad católica, su conservadurismo y su elitismo según Baker
explican su comportamiento y este a su
vez es coherente con la manera como se ha desarrollado El Sistema y como
funciona en la realidad.
Al pobre
Dudamel le da duro. Sus virtudes musicales no son ni siquiera mencionadas por
Baker. Es presentado como un talentoso miembro de El Sistema arbitrariamente
seleccionado por Abreu que decidió someterse exitosamente a su autoritarismo y
que por obra y gracia de una eficiente maquinaria de relaciones públicas y
mercadeo logró entrar en el exclusivo mundo del jet set de música clásica mundial
y ese, para Baker, fue su error pues eso lo convirtió en un conspicuo
explotador del negocio de la música como espectáculo que no se avergüenza de
recibir ni los 1,4 millones de dólares de la Sinfónica de Los Ángeles ni los jugosos
honorarios por presentaciones en festivales de prestigio. Sin embargo, lo que más
rechaza Baker es que Dudamel se haya asociado a la industria global de la
música representada en este caso por nada menos que la Deutsche Grammophon que
explota sin escrúpulos el negocio de la música grabada, ese al que tantos como
yo necesitamos para acceder a la buena música mundial.
En cuanto
al funcionamiento de El Sistema Baker describe lo que se me ocurre llamar “otro
de los infiernos venezolanos”, no tanto por lo infernal sino por aquello de que
cuando llegaba el tobo, el guardia no aparecía y cuando llegaban estos dos
entonces la porquería se había acabado. El no dispone de cifras por lo que nada
puede probar ni concluir pero haciendo uso de su etnografía, es decir de los
rumores, quejas, chismes y confidencias que obtuvo de sus entrevistados, se
atreve a proponérselos al lector como la imagen más cercana a la verdad que es
posible obtener. Claro, siendo uno venezolano sabe que las cosas deben ser más
o menos tan caóticas como él dice pero para los lectores extranjeros eso debe
ser una desagradable sorpresa que simplemente los hará quizá ser más prudentes
a la hora de opinar sobre El Sistema.
En cuanto
trabajo de investigación, el libro de Baker tiene magnitud cercana a una
disertación para un doctorado. En efecto, visitando su website ( https://geoffbakermusic.wordpress.com/ ) se da uno cuenta de que puede estar orgulloso
de ese trabajo. La información empírica sobre El Sistema esta estudiada con
referencia a una base teórica musicológica muy seria y académica aunque sea
sesgada ideológicamente. La nutrida
bibliografía indica un trabajo de estudio e investigación extenso y con
tendencia a la profundidad. En otras palabras, es un trabajo admirable, serio y
respetable… aunque uno no esté totalmente de acuerdo con él.
El
análisis y las interpretaciones de Baker están marcados por su ideología. El fulcro fundamental de su posición
ideológica es su antagonismo a la autoridad. Sus anatemas son la dominación, el
sometimiento, la esclavitud y demás variedades de autoritarismo. De allí parte
para trazar una ruta filosófica particular para el objeto de su estudio: la
música. Sin amortiguación, sostiene que la música clásica[1]
fue creada en ámbitos autoritarios, fue usada para la dominación por los
poderosos y para la colonización por los misioneros religiosos y todavía en
nuestro tiempo forma parte de las aspiraciones de dominación de la cultura europea
en el mundo. De esos orígenes surge la naturaleza de la educación musical
clásica basada en largas sesiones de ejercicios repetitivos dirigidos por
maestros tiránicos que intentan desarrollar un virtuosismo anti natural y apagar la creatividad en los alumnos. Para
completar, entre los esquemas para hacer música colectivamente, hay uno que
particularmente exacerba el autoritarismo inherente en la música clásica: la
orquesta sinfónica. Eso se debe a la necesidad de la orquesta de ser dirigida por
un director todopoderoso que aplasta toda tendencia a disentir entre sus
músicos.
Tal
posición es a todas luces radical, aunque cierta amiga mía no crea que Baker lo
sea. Es fácil imaginarse el camino argumental que resulta al aplicar esa visión
para evaluar El Sistema en su periodo chavista. Casi que termina siendo redundante
el esfuerzo de Baker por sustentar sus argumentos con las “evidencias”
empíricas recogidas en Venezuela. El
esquema lógico se ensambla automáticamente, así: La orquesta sinfónica es el paradigma
del autoritarismo en el ámbito de la música. El Sistema es creado y
desarrollado en base a la orquesta sinfónica. Los jóvenes que capta son
formados con los métodos autoritarios de la música clásica basados en la figura
del maestro dictador y disciplinario. Se genera así una situación de explotación
de los músicos inaceptable que, en primer lugar, ha sido comprobada por
estudios académicos sobre la penuria laboral de los integrantes de grandes
orquestas y que además, refleja y refuerza
la naturaleza injusta y expoliadora del capitalismo la cual se concreta a plena
luz en la desigualdad de prestigio y remuneración de los directores y solistas
del jet set musical con el resto de los músicos y en los intereses del negocio
de la música en el mundo. Finalmente, ese
esquema es coherente con el recorrido histórico del proyecto de José Antonio
Abreu con El Sistema en Venezuela especialmente en su periodo chavista. …Voilá!
Tal
argumentación explica por qué El Sistema fue apoyado inicialmente por los sectores
elitistas en Venezuela - que por elitistas conviven bien con el autoritarismo-
y posteriormente, dejó de serlo cuando Abreu intentó redefinirlo con ropaje izquierdoso
de acción social haciéndolo chavista. Por esto es que quienes admiramos y
apreciamos El Sistema por su valor cultural y musical, quedamos en total
aislamiento y confusión.
No se
puede terminar de comentar el libro de Baker sin destacar la valiosa
sistematización de sus problemas que él hace. Sus señalamientos sobre el
centralismo de su gestión, sobre sus métodos de captación, sobre su deficiente
administración, sobre las desigualdades sociales internas que reproduce, sobre
su dilapidación de recursos escasos, sobre su falta de transparencia, entre
otros, deben ser tomados como
referencias para algún eventual esfuerzo de renovación y reorientación pero
nunca de liquidación. La revisión comparativa con otras experiencias similares
y asociadas en otros países son excelente material para reflexión y acción
futura.
Guaynabo,
Puerto Rico, enero 2015
[1] Uso la calificación de “clásica” en el
sentido de música no popular que incluye la del periodo que va desde la
aparición de la polifonía hasta nuestros días.