La transición y sus planes
Por: Carlos M. Añez
Recientemente leí dos libros que, además de analizar e interpretar la
historia política de Venezuela para entender las causas del desastre que
estamos viviendo, proponen estrategias y políticas públicas a ser aplicadas en
cuanto los criminales usurpadores entreguen el poder. Se trata de GUERRA, Eugenio
y HERRERA, Luis A.: "La Cultura del fracaso" y CORRALES, Werner y
MIQUILENA, Tanya: "Venezuela: Vértigo y Futuro".
No vacilo al afirmar que son dos magníficos libros de
obligada lectura para quienes estén interesados en el futuro de Venezuela. El primero
es un trabajo académico de investigación del proceso histórico que ha llevado a
Venezuela a la actual “hecatombe” con argumentación seria y profunda que propone
una estrategia de economía de mercado y una reducción al mínimo de la acción
del Estado en el desarrollo. El segundo,
es el resultado de un largo, minucioso y complejo proceso de consulta a
ciudadanos comunes, líderes locales y expertos que sustenta un detallado
programa de reinstitucionalización de Venezuela, de potenciación de las
capacidades de la población y de rompimiento secular del rentismo.
Me ha impresionado la coincidencia de la explicación
que hacen Corrales y Miquilena con la convincente explicación de Guerra y
Herrera del proceso histórico que conformó en el tiempo "la cultura del
fracaso". Sin embargo, las propuestas que Corrales y Miquilena hacen en su
libro, aunque también enfatizan la libertad, la propiedad privada y la creación
de capacidades, se distinguen de las de Guerra y Herrera porque proponen un
Estado encargado de activamente promover y garantizar las condiciones para favorecer
la iniciativa y el desarrollo privado. En cambio, Guerra y Herrera, se
mantienen en un nivel estratégico y conceptual y proponen un Estado mínimo casi
impotente y con un rol secundario y meramente instrumental de servicio a los
ciudadanos y no de liderazgo. Aun prescribiendo un Estado que no interfiera con
la actividad privada, Corrales y Miquilena le asignan importantes tareas para liderizar
la reconstrucción y reconducción de la sociedad, en especial hacia lo que
llaman “un nuevo estilo de desarrollo” basado decisivamente en la creación de
capacidades en la población.
El libro de Corrales y Miquilena tiene una intención
de aplicación concreta en un gobierno futuro, por lo que recomienda políticas
públicas específicas. Como colofón, Corrales y Miquilena proponen que las
fuerzas políticas que participarán en una Venezuela futura y rescatada celebren
un “Pacto para el Progreso de Todos y la Superación de la Pobreza” que esté
vigente por unos 25 años y que cubra los temas fundamentales sobre los que
habrá que actuar y comprometerse a impulsar, respetar y cumplir.
Paralelamente, se ha estado informando sobre un, así llamado,
Plan País que el Presidente Guaidó presentó a fines de enero. Hay una colección de láminas (PowerPoint) que
circula en Internet y que contiene formulaciones muy someras de los aspectos
que serían atendidos por un nuevo gobierno. Se dice que fueron las que usó
Guaidó. En esa presentación, la falta de especificidad contrasta mucho con los
minuciosos detalles y programas del Libro “Venezuela: Vértigo y Futuro” y
además se destaca mucho que su análisis de las causas históricas que nos condujeron
a la “hecatombe” comienza con la llegada al poder de Hugo Chávez sin ninguna
consideración del pasado anterior.
También hay un grupo de muchachos venezolanos que
estudian y trabajan en los Estados Unidos y que les preocupa su tierra y tomaron
el nombre de Plan País para formar una ONG. Organizan simposios y eventos
relacionados con el surgimiento de un gobierno nuevo de reconstrucción de
Venezuela. Numerosas figuras políticas, académicas y periodísticas han participado
en esos eventos e ideas no han faltado. No están preparando un plan, pero se
acopian ideas para ello. La formación de este grupo y su nombre, preceden a los
esfuerzos planificadores de Voluntad Popular que sustentan a Juan Guaidó.
Ahora bien, alguien me preguntó ¿cómo hacer para que las
proposiciones y planes bien sustentados en el análisis y la experticia sean los
que se pongan en práctica desde el propio gobierno de transición? Como me
entenderán, eso requiere una respuesta compleja. Comencemos por reconocer que responder
la pregunta implica cierto esfuerzo de predicción y adivinación del futuro y en
eso somos malísimos los humanos. Quedémonos entonces en un ejercicio de ficción
ilustrada sin compromiso con lo que va a suceder realmente.
Primero tenemos que pensar hasta qué punto podemos
esperar unidad en la “oposición”, una vez que ya no sea tal pues se habría transformado
en “el gobierno”. Una unidad total de los partidos de la democracia es una
situación paradisíaca difícil de alcanzar. Nuestro apólogo tiene entonces que
basarse en que habrá siempre algún grupo que se opone a lo que propone la
mayoría y además querrá que se le tome en cuenta. ¿pero, el gobierno de transición será de solo
una mayoría o de todos? ¡vaya pregunta!
Para saber eso habría que conocer cómo será el final
del gobierno de Maduro y para visualizar ese evento se requiere una bola de
cristal de las que están muy escasas. Conformémonos entonces con dibujar un
escenario de ficción a grandes rasgos así:
Una fuerza equis (X) derriba el régimen chavista. Guaidó ejerce la presidencia por lo menos
hasta las elecciones en las nuevas condiciones. Ese período de unos 12 a 18
meses se va en organizar un nuevo gobierno, rescatar las instituciones
principales – TSJ; CNE; Fiscal, Contralor, Defensor, etc. -, pedir prestado a
los multilaterales, atacar la hiperinflación, capear la crisis
humanitaria, aplacar a los militares
rebeldes, expulsar a los cubanos, desplegar un plan de emergencia tipo José Agustín
Catalá para dar todo el empleo que se pueda y reunirse, reunirse y reunirse a
ver si se logra firmar un Pacto como el que proponen Corrales y Miquilena. Paralelamente, los partidos deberían acordar un
candidato único de unidad y lanzar una campaña electoral. Programas, promesas y argumentos no se llevan
a las plazas y mítines pues se dejan para las reuniones porque en ellas se
estarán discutiendo y negociando. ¡Menuda tarea! Entre las cosas que se negociarán estará sin
duda el reparto de ministerios que equivale al reparto de responsabilidades según
los diversos aspectos del desarrollo, pero todo en el marco del Pacto que se
negocie.
¿Es de esperarse que haya unidad? Yo no sé si actualmente es de esperarse, pero
sí sé que sería el colmo que los políticos no lleguen a formar unidad por lo
menos para el período hasta las elecciones. Eso hay que exigirlo sin
contemplaciones. No se puede permitir que el nuevo gobierno sea conducido por
una especie de “Armata Brancaleone” que no encuentra su norte. En este sentido
las informaciones que tengo no son tranquilizantes.
Los mensajes e hilos en twiter son alarmantes y a
veces repugnantes. Una colección de abogados vociferantes despotricando contra
todos sin proponer nada edificante. A pesar de ser pocos, son tan ruidosos que
ofrecen una imagen de una sociedad dividida que no tiene posibilidades de
salvarse y así lo ven muchos en el exterior.
Por otra parte, en el período de la Asamblea Nacional
presidido por Julio Borges, se le encargó a Werner Corrales hacer una consulta
con expertos y grupos que se sabía que estaban estudiando el tema del futuro
desarrollo de Venezuela. Esa consulta se hizo, pero, qué pasó con eso no lo
sabemos. Seguro que lo engavetaron y nos hicieron olvidarlo. Para mi es mala
señal de sectarismo.
Los dos libros que mencioné al inicio, que fueron
publicados el año pasado y que nadie menciona como documentos de uso político
tienen proposiciones concretas, están disponibles y al menos podrían servir como
bases conceptuales de debate. Sin
embargo, de eso no se oye nada. Ahora estamos oyendo otra vez del famoso Plan
País y no se sabe si están tomando en cuenta los principios y propuestas
concretas de esos dos libros o de cualesquiera otros o si responden a una
filosofía socioeconómica diferente y quizá antagónica. He oído de otros grupos
de espontáneos del ambiente político y del académico que también quieren actuar
de planificadores virtuales.
El aspecto fundamental de los planteamientos de los
dos libros es la necesidad de acabar con el rentismo, el estatismo y el
clientelismo. Ambos dan gran importancia también a la lucha contra la corrupción
y a la contención del militarismo. La causa principal precursora de esas taras
sociales es identificada como “la socialdemocracia” que para nosotros los
venezolanos es equipolente a las políticas de los partidos Acción Democrática y
Copei. Cabe entonces preguntarse, ¿esos partidos están ya dispuestos a
abandonar esas políticas socialdemócratas y entrar por el aro? Buena pregunta ¿verdad? … y es a los partidos
más nuevos como PJ y VP a quienes también cabría preguntarles lo mismo. Hasta
ahora lo que se les ve y se les oye es muy parecido, por no decir idéntico, a más
de lo mismo. El clientelismo, en este caso en su vertiente de sectarismo, está
tan presente en los “nuevos” partidos como en los “viejos”. Ni mencionar
posiciones renovadoras, cada cual está tratando de ser más populista que el
resto. Además, no les interesa escuchar
a los demás sino promover sus propias ideas. La propia Maria Corina tendría que
decirnos qué piensa sobre ese tema de la transición y la nueva sociedad.
En cuanto a defender y promover la formación de una
Venezuela nueva renaciente de entre sus cenizas, los empresarios brillan por su
ausencia. La “oligarquía” casi desapareció o quizá nunca existió. Por lo menos,
son muy pocos los individuos de la clase adinerada que tienen consciencia de
sus respectivas posiciones de lideres económicos y por lo tanto no sienten la
responsabilidad de entrar a la palestra política. Es más, siendo ellos el otro
lado del clientelismo, andan pidiendo protección y paradójicamente,
desregulación. Deberían estar
participando plenamente en los debates, intercambios y acciones políticas para
la formación de “la cultura del progreso” y para la desaparición de “la cultura
del fracaso”.
En fin, por ahora no se siente mucho espíritu unitario
sino más bien un ambiente de “cada pulpero alaba su queso” y después
discutiremos. Todo esto es preocupante
porque la transición no será un camino de rosas. Habrá grandes peligros
asechando a Venezuela a los cuales habrá que domar y sin unidad, sobre todo de
criterios, motivaciones y programas, las dificultades crecerán y los riesgos
serán amenazantes. En mi opinión el gobierno de Juan Guaidó debe ponerle
seriedad a este problema de lograr unidad programática, aunque hasta ahora ni
siquiera no se tenga unidad táctica para salir de los usurpadores. Sin embargo,
si su partido VP lo que quiere ser es un segundo capítulo de la
socialdemocracia, no hay nada que hacer.
Parma, agosto 2019